Las discusiones a veces me gustan a veces no

Siempre que peleaba con mi ex, discutíamos por cualquier cosa, por cualquier pendejada, cierto que muchas veces aprovechaba mi capacidad analítica para regresarle sus propias palabras.

“A ti siempre te han gustado las putas y las gatas” …. Y me siguen gustando, le respondía.

“Me encabrona hablar con un pendejo que no entiende razones” … A mí no, vieras?.

Por supuesto que se ponía fúrica.

Lo weno de estas discusiones es que siempre terminaban en la cama, siempre sabe rico el sexo después de un buen agarrón, como que liberas toda esa energía (adrenalina dicen los estudiosos ojetes) que acumulas. Al final del acto, por lo regular, acababa como tierna gatita, tan dócil que hasta la mandaba a comprar la cena y lo hacía sin chistar. Ah que tiempos aquellos Señor Don Simón ¡¡¡¡

Las otras discusiones (por lo regular de borrachos y necios) no me gustan. Siempre hay pleito o corajes. Un amigo se encabronó con otro simplemente porque mencionó al Che Guevara.

“El Ché Güevara y los comunistas pendejos dirás”, le respondió, total que se enfrascaron en una pendeja discusión idiota mientras aprovechábamos para tratar de convencer a la hermana del primero para que se fuera a un cuarto. No quiso. La espantó el nivel de gritos entre su hermano (defensor del comunismo y el Ché) y el ofendido hijo de McCarthy ("El Ché Güevara es un pendejo soñador").

En la secundaria, en una de mis primeras pedas, un pendejo no se callaba y empezó a discutir por no sé qué madres. Tanto era la catarrilla de este pobre pendejo que el buen Javier, que tocaba la guitarra mientras nosotros cantábamos, se voltea, le sorraja la guitarra en la cabeza como en las pendejas películas de Capulina. El gritón se calló por arte de magia.

La única vez que terminé una discusión fue en la prepa, un pendejo estaba chingando a una vieja que estaba bien peda, el pendejo se sintió con derechos para fajarla, Ok le dije, fájala pero solo 10 minutos porque sigo yo. El cabrón fajó por 15 minutos (contados con reloj en mano) y no se quería despegar. Entre dos no podíamos zafarle los labios de las tetas de la vieja. Mascullaba no sé qué pendejadas pero no le hacíamos caso. Discusión inútil. Tomo una botella de cerveza y se la sorrajo en la cabeza para que se callara, se soltara de las tetas, dejara que la fajáramos y se durmiera.

Hasta eso, le salió poquita sangre, pero se calló al final. Eso que ni qué.