Desde la época del periódico siempre me resistí a contestar o mantener contacto con personas que me escribían.

Cuando supe que tenía una fan, me sorprendí. No es sano imaginar mi cara cuando me entero que lideraba una especie de club de fans de mi pendejero trabajo. Le escribí muchos mails hasta que decidimos conocernos. Le pedí que solo fuera ella, esto con el fin de evitar problemas.

La conocí, platicamos y estuvimos un buen tiempo saliendo, era una persona muy entretenida, brillante y muy segura de sí misma. Muchas veces le pedí que me mostrara sus encantos y me complacía, pero hasta ahí. Nunca dejó siquiera que le tocara siquiera un pezón. Le pedí que no comentara nada con sus amigas, puesto que no me interesaba conocer a mas gente. Llegó un momento en que me aburrió su vida sin chispa.

En una presentación de un libro me encuentro a una chava que resulta ser fan mía también. Al comenzar a platicar me doy cuenta que no sabía ni madres de mí, por supuesto, no por mis obras literarias porque no tenía nada publicado, sino que se dijo fan para acercarse a mi y a su vez la acercara al escritor. Cuando se entera de mi trabajo, se vuelve a acercar y trata de convencerme de que tenía talento para escribir y quería una oportunidad para demostrarlo en el periódico.

Por supuesto que no le iba a personar la ofensa y cortésmente le dije que me diera uno de sus escritos para publicarlo, me lo entregó de inmediato. Lo publiqué con otro nombre y ella me llama molesta, lo que buscaba era darse a conocer publicando, no que publicara lo suyo sin darle su crédito.

La convencí de que todo era parte de un proceso para que tuviera una aceptación a la primera, la siguiente parte del proceso era demostrarme que tenía mas talento para poder escribir algo mejor que lo primero.

Claro que mucho de su talento lo tenía puesto en las nalgas, puesto que es lo único que pude comprobar, de su talento literario, nada.

Absolutamente nada.

Cansada de andar dando vueltas, de dar las nalgas sin ver publicado nada, se alejó de mi. Después supe que comenzó a publicar en la revista de un amigo mío y le comenté lo sucedido. Ni tardo ni perezoso se la aplicó. Ella sospechó un poco de cierto juego macabro entre los dos y nos mandó a la chingada en la posada de la revista. Dijo que sus nalgas no tenían precio. La verdad es que es cierto.

Sabían a gloria.

Desde esa vez, cuando me salí de todo ese mundo jodedor, no he vuelto a saber que existen fans de mi pendejera persona. No me gusta la egocentría pero de vez en cuando no cae mal un poco de alabanza. Ahora las únicas fans que busco son aquellas que si me dejen checar sus encantos y dejarse robar toda la noche completa.