Confieso que siempre he sido escéptico de cualquier chingadera, pero hay cosas que nomás no.

Tengo una gran amiga que desde siempre me ha dado sorpresas, desde que comenzamos a platicar por teléfono me sorprendían los distintos tipos de acentos que maneja: al principio habla como una perfecta colombiana (y pregúntenme a mí si no conoceré ese pinche acento), enseguida cambia su acento a costeñita salerosa, pasa a argentina, remata en acento español y termina hablando en perfecto cubano.

Ya no digamos cuando se lanza a hablar en típico norteño. Ajúa¡¡¡

Desde que la conocí me sorprendió su extrema delgadez, bueno ni tan extrema, tiene carnita muy bien pegada al hueso que hace delicioso el roer esos huesos en épocas de hambre. Aficionada al tequila, cerveza y la trova se declara bohemia de corazón. Yo no soy aficionado a la trova, ya que se me hacen canciones de frustrados hijos del Che Guevara.

Y los que leen se han de preguntar: qué hijos de puta tiene que ver esta flaca en un post? Merece entrar a la LoLismidad? Pues al parecer dudo de nuevo en darle un pase automático.

Apenas hace ciertos días, nos vemos con el ánimo de echar unos buenos tequilas, por cierto se acabó una botella de Tequila Rancho Escondido de 39 pesos en Aurrerá, ya que no vi necesidad de invertir mas dinero en el mismo final: se iba a poner reverendamente peda, se a con tequila de 39 la botella o con otro de 200 pesos.

Me comienza a decir incoherencias:

Para qué tanto sufrimiento si se pueden obtener las cosas tan fácilmente?

Porqué me hacen sufrir?

Qué les he hecho yo?

De repente se derrumba en una cascada de llanto, entre lágrimas, restos de botana y ojos perdidos comienza su relato ocurrido en días anteriores:

“Pues estaba muy tranquila viendo un espectáculo en el zócalo de Puebla cuando de repente sentí que me amenazaban con un cuchillo por detrás, me taparon la boca y me obligaron a ir hacia un coche, ya dentro del coche me comenzaron a golpear y a gritar mientras esculcaban mi bolsa, me robaron dinero, el celular y mis tarjetas, enfilaron hacia varios cajeros automáticos, sacaron dinero y tomamos la carretera hacia Valsequillo, ahí llegaron a un paraje y me bajaron, dejándome ahí sola, sin dinero y de madrugada, veo que se alejan cuando les empiezo a gritar chingaderas, creo que tomé una piedra y se las aventé, cuando veo que se regresan, se bajan y me comienzan a golpear de nuevo, me patean, me escupen y vuelven a irse”

Yo, incrédulo ante tamaña aventura, no la creía del todo, así que comenzé a interrogarla y la verdad salió a flote:

El supuesto secuestrador era su exnovio, no quiso seguir con él y le dieron su escarmento, madriza, patiza, robo y escupitajos fueron parte del castigo por no querer seguir aflojando las nalgas.

Que mala onda por ella, ya que no se merecía tanto desmadre, solamente bastaba con mandarla a la chingada para que se estuviera quietecita.

En el trayecto hacia su casa medio traté de entender el dolor que la consumía, el haber confiado en alguien que nunca imaginó le pudiera hacer algún tipo de daño debe ser una gran falla en la brújula de los sentimientos.

Ya de regreso a casa no pude evitar carcajadas al imaginar la escena de la patiza en el paraje desértico de la carretera a Valsequillo.