Debido a cuestiones electrónicas no he podido postear frecuentemente, ya sé a que la mayoría le vale madre, pero es menester aclarar que iré de viaje a cumplir con ciertas situaciones sindicales.

Los congresos son una lata, desde la agencia de publicidad me di cuenta de que los cabrones solo buscan un pretexto para hacer un congreso y dedicarse a todo menos al tema: a chupar, buscar viejas, bajar calzones y dormir en la playa, los desfiguros al compás del alcohol son adicionales.

Recuerdo cierto congreso en Puerto Vallarta en 2002, íbamos con la misión de buscar realmente una opción mejor para ciertos tópicos laborales pero al llegar al congreso y en la votación el pinche dirigente sale con la chingadera de que “solo hay 3 opciones: la 1 y 2 no se pueden aplicar, así que hay que votar la 3ª”.

Mañosamente antes de la votación veíamos como arreglaban una gran mesa de comida y chupe a un lado de la alberca, y a la hora de la votación el dirigente explica que “porqué no mejor votamos después para ir a disfrutar de la comida y la alberca”, una voz (pagada seguramente) dijo: “mejor hay que votar rápido y nos vamos toda la tarde”. En 3 minutos se arregló todo y a disfrutar de la comida, el encuere y el desmadre pagado con dinero de otra gente.

Fueron 3 días de desmadre en general, total que un día en la mañana me despierta el teléfono, es una voz de mujer misteriosa: “apúrate,estoy en la habitación xxx y mi compañera de cuarto se ha ido”

Rápido me vestí, medio me arreglé para no dar el hornazo de mi hocico mezcla de alcohol, botana y mariscos de la madrugada anterior y salí presto para el lugar citado.

Ni idea tenía de quién me había hablado, platiqué con muchas chicas la noche anterior, bailé con otras tantas, chupé con dos y ni idea de quién me había llamado.

Toco en la habitación señalada y me abre la puerta una morenita chaparrita de no malos bigotes. Al verme se sorprende, frunce el ceño como queriendo reconocerme pero no veía claro, yo igual, nunca la había visto en mi vida y, al parecer, ella también a mí.

Total, que ya entrados en cierta confianza virtual, nos entregamos a los placeres de la carne, no estuvo mal para ser las 8 am y solamente tener como 30 minutos para disfrutar antes de que llegara la compañera de cuarto de desayunar.

Ese fue mi último día en Puerto Vallarta y ya cuando estaba arriba del autobús recordé que, como todo buen caballero, no le pedí su teléfono ni su correo. Ni su pinche nombre recuerdo. Ruego a Lord Batio que la cuide donde quiera que esté.

Me apresto a ir a un nuevo congreso y eso me ha levantado las pilas en un 100%. No es menester de este post el señalar que últimamente he andado medio bajo de pilas (que no de líbido, aclaro), pero qué le podemos hacer?

A petición de un mail jodedero, relato los posts que pondré en el futuro:

“Nalgas no prestadas, recuerdos machacosos”
“Qué tipo de amistades tengo? Keppler, Florentino, Chompeto”
“Fans cibernéticas, hasta donde es bueno llegar con ellas?”