Cerveza y Acapulco son llevaderos

Si algo me caga en esta vida (aparte de casi todo) es una puta cerveza tibia.

Desde niño probé la cerveza, la llamaba “chesquito amargo”. Nunca me gustó. A los 14 años en una fiesta me obligaron a darle un trago a una Caribe Cooler (cerveza infame para señoritas “que se hacen de la boca chiquita” y para niñas coyoakitsh) que contenía una mezcla de cerveza sabor limón, aceite y jabón en polvo.

De ahí hasta los 18 fue el tiempo que duré sin tomar una cerveza. Tequila, vodka y mezcal fueron mis bebidas favoritas. Y lo siguen siendo.

Hace muchos años probé la cerveza Guinness. Me gustó mucho su sabor negro, amargo y pesado. Típica irlandesa. Ahora que me puse una buena peda aprovechando la promoción de 16 pesos la botella en el Wal Mart (de 25 pesos normal) tengo que reconocer que solo se iguala su sabor a la Indio y a la Heineken que también me gusta.

Cierto día en Acapulco tuvimos una fiesta de 24 horas continuas. Cerveza, mota, algo de pastas y mucho tequila engalanaron la noche. Yo terminé la fiesta un poco mas temprano porque me quemé la mano en la fogata de la playa la noche anterior. Todo por hacerle al Dalai Lama y presumirles a todos que podía tener brasas en las manos sin quemarme. Craso error.

Al despertarme después del que cesó todo el alboroto, me sorprendió la quietud de la casa, todo mundo estaba plenamente dormido. Durmiendo la mona pues. Parecía que desperté en un mundo destrozado por zombies como las películas de George A Romero puesto que toda la casa era un muladar de basura: botellas vacías, rotas, cajas de cigarros tiradas, el ventilador del techo de la sala en el suelo (dicen que un pinche loco se intentó colgar de él y cayeron al suelo ambos).

Total que me encamino al refrigerador y está completamente vacío. Ni una cerveza. Desilusionado camino hacia el jardín y en el fregadero veo una cerveza a ¾ de llena. La tomo y le doy un trago. Completamente caliente y sin sabor. Como dijera el Maese Juan Rulfo: sabía a meados de burro.

Salgo y encuentro a Lety sentada en un camastro de la alberca. Dormía completamente perdida después de casi 48 drogada hasta el queque. Lety siempre me esquivó desde los viajes a Oaxaca, Veracruz y en los antros del DF a los que íbamos en la bola. Siempre se apretó la muy puta. Como dijeran los maricones de Timbiriche: “con todos menos conmigo”

Con toda calma la desnudé y corrí por un condón al coche. Cuando regreso, Sadot, un pendejo Ibero, ya estaba medio despertando y al ver a Lety desnuda trataba de incorporarse con la gracia y agilidad de una tortuga borracha. Fácilmente lo hago a un lado y comienzo a tirarme a Lety.

Hija de puta¡ parecía que estaba follandome a una pinche muñeca inflable. Es más, una muñeca de seguro tenía mas sabor que Lety.

Le dejo a Lety al chico Ibero y regreso por la cerveza caliente que seguía esperándome en el fregadero.

Ese día decidí irme toda la tarde a la playa simplemente a contemplar el mar, me llevé mi grabadora y debrayé muchas cosas que aún hoy día me encanta repetir cuando estoy triste o solo.

No quise ser testigo del degradante espectáculo de ver a todos levantarse, recuperarse de la cruda y quejarse de todo.

Me metí desnudo al mar a nadar ya entrada la tarde, me masturbé en la playa mirando las estrellas mientras que la brisa del mar se llevaba los olores fétidos de mis pedos.

Ese fue mi último viaje a Acapulco con mis amigos. También fue el último de toda la bola.

Desde ese día he regresado a Acapulco solamente con mi familia a descansar.