Ayer estuve dando vueltas como 20 minutos buscando un lugar para estacionarme en un centro comercial.

Nada me encabrona más como estar dando vueltas como pendejo buscando un lugar para mi auto en un estacionamiento lleno hasta la madre. Y todo por la pinche guevonex de mis acompañantes por no querer caminar. La hipocresía de las fiestas navideñas hace que todos sacien sus culpas comprando regalos con los cuales subsanar todo el daño que hicieron durante 2005.

En un estacionamiento me rompieron la defensa hace como dos años. En un estacionamiento recuperé un tapón de mis rines (que curiosamente me habían robado en un estacionamiento). En un estacionamiento una vez me encontré un billete de 100 pesos y un CD en otro.

En un estacionamiento fue donde quedé frente a una Cayenne, se baja una señora como de 45 años, de muy buen ver y me sonríe. Hasta la fecha esa sonrisa me es enigmática. Curiosamente me he soñado montado sobre la señora y no al volante de la camioneta de 80 000 dólares. A ese grado me hechizó.

En un estacionamiento descubrieron al Masca cogiéndose a una gorda en mi coche un sábado afuera de una disco. Me pidieron las llaves supuestamente para ir a bajar un CD que le iba a prestar. Quién los cachó fue el novio (muy celoso) de la ballena. Masca pagó 180 pesos por el lavado de las vestiduras. No se la hubiera perdonado si algo le hacían a mi coche.

En un estacionamiento, ayer, perdí valiosos 20 minutos de mi vida y al final acabamos no comprando nada en la tienda.

La puta tarjeta de crédito no pasó.