°°°° La guarida del Tío Lolo °°°°

Monday, August 14, 2006

El no entender provoca desentendimientos

Casi todas las noches me acuesto en el sillón de mi sala y me pongo a observar la luna. Caigo en su juego de movimiento lento-rápido y nunca consigo entender porqué se aleja de mi casa siendo que disfruto mucho de su luz.

Cuando le platico de mis andanzas nocturnas a una amiga me dice que ya tiene un buen tiempo que he perdido mi sensibilidad ante las cosas pequeñas y trascendentes.

Mi cara de pendejo le intrigó aún mas porque creía que no entendía a lo que ella se refería. Me dice que subamos a la azotea de su casa y comprobemos lo anterior.

Pujando, sudando, con garras, dientes y uno que otro pedo dado a conocer de manera involuntaria pude subir a la azotea de la casa de mi amiga trepando una barda y subiendo por una cornisa media traicionera.

Ya instalados en la parte superior nos dedicamos a ver la tarde-noche y sus constantes cambios. Como dijera el maese Juan Rulfo “el atardecer es el color que fusiona a todos en uno solo”. Intenté meter mi mano bajo los shorts que invitaban a quitárselos ahí mismo.

Ves? Me confirmas lo que te digo, tienes que disfrutar el espectáculo que nos ofrece la naturaleza, deberías practicar el taichi y ver como las sensaciones fluyen por tu cuerpo.

Para mí la única sensación placentera que fluye por mi cuerpo es antes de ir al baño y cuando un pedo se acomoda en la salida listo para ser expedido con gran sonoridad.

Me acuesto en el suelo caliente y cierro los ojos dejando que el sol, el viento y el ruido del campo rodee mi cuerpo y mis sensaciones, tan así me concentré que me dormí placenteramente.

Una hora después el fresco de la noche me despierta, ya está completamente oscuro y solamente las estrellas me acompañan. Mi compañera wenas-piernas no está a mi lado.

Bajo como puedo de la chingada azotea y la encuentro acostada en un sillón chingándose ya el segundo six de la tarde. Cabrón, ta bien que te pongas a disfrutar de la tarde pero no te duermas, ya-ni-la-chingas¡¡¡ me dice entre enojada y aburrida.

Estaba acostada en un sillón (ya sin los tan incómodos shorts de la tarde) tapada con una cobija mientras veía un partido de futbol inglés en la TV. Decidí entrar al calor rico que emanaba de su cuerpo acomodando mi cabeza en sus piernas mientras la daba pequeños sorbos a una cerveza.

Esta vez no me arrulló el aire tardeciano, ni el ruido ocasional de los coches, sino los comentarios de dos pinches argentinos hijos de puta que no dejaban de gritar ni alabar a quien tocara el balón, pero el rico calor de dos muslos me invitó a volver a dormir.

Ahora sí ni tiempo me dio de soñar.