°°°° La guarida del Tío Lolo °°°°

Friday, August 04, 2006

el arte de lo pendejo

En estos días anduve muy ocupado haciendo el StageScreen de un corto que próximamente voy a filmar y, ya encarrerado el ratón, me dispuse a escribir tres mas que solo esperan un poco de dinero (el bono, el bono) para poder empezar a filmarlos.

Además aproveché unos días para hacer ciertas adaptaciones a mi casa, mismas que tenía en mente desde cuando. Contraté dos albañiles que en lugar de tener cara de “maistro de obra” como se hacía llamar uno de ellos, tenían cara de pinches-chalanes-macuarrescos-remoja-tabiques que otra cosa.

Los dos albañiles que estaban trabajando en mi casa me contaron un chingo de historias y cuando me las contaban me acordé mucho de Salvador Mendoza.

Este mono es un aprendiz de cineasta que siempre se jacta de su ópera prima, misma que nunca nadie ha visto y en una peda fenomenal de tres días, alguien se animó a preguntarle sobre su tan mentada filmación. Aún no la he empezado, me faltan los actores, el guión ya lo tengo, todos nos quedamos con cara de pendejos porque nunca nos imaginamos que sus historias fuesen puros inventos.

Este cuate caminaba por la calle buscando actores especificos para su película, buscaba a un niño con cara de caprichoso y a la vez que tuviera cara de diarreico. Cuando lo topaba le pedía sus datos y le comentaba que próximamente le llamaría para actuar. Tenía una libreta con personas de toda la república mexicana que eran los prototipos “ideales” para sus personajes.

El problema se le presenta cuando obtuvo un poco de dinero y quizó iniciar la filmación con los “personajes” mas cercanos. Unos se habían cambiado de casa y era imposible localizarlos de nuevo, otros cambiaron físicamente y “ya no eran aptos” y así todos tuvieron un pretexto para ya no encajar en la película. Total que al final ya no hizo nada, pero la idea “ahí está y sigue en pie”.

Pues estos albañiles me contaron de un compañero suyo, con cara de muy pendejo, pero que tenía una suerte fenomenal con las mujeres. Con decir que estando simplemente parado en la esquina esperando a su camión (y no en la terminal de ADO como marcan los cánones), vestido para la chamba, con su morralito con sus herramientas y con su cara eterna de pendejo, las mujeres le lanzaban el calzón. Así de fácil.

Uno de los albañiles me comenta que fue testigo de una aventura de esas. Estando los dos parados se acerca una mujer y le dice al cara de pendejo que cómo se llamaba. Empezaron a hacer plática y acabó invitándolo a desayunar a su casa. El albañil que lo acompañaba llegó solo a la obra y el patrón muy encabronado le dijo que ahora iba a hacer él lo que les correspondería a los dos o si no no les iba a pagar completa la semana. Se afletó a trabajar doble.

El cara-de-pendejo-desayunador efectivamente fue a la casa de la invitación. Todo iba muy bien, sus huevitos servidos en la mesa, su chesquito bien frío y la mujer muy hacendosa (y wena), todo era miel y hojuleas hasta que tocaron la puerta. Era el marido, canchanchán, padrote, picador, pioresnada o caifán de la mujer invitadora. Al entrar y ver al albañil le entró la furia ciega y arrebatadora (como la panista ante el Voto por Voto) y se lanzó a soltar madrazos a diestra y siniestra hacia la vieja. “Vieja puta, en esto te gastas el dinero que te doy? En darle de comer a vagos de la calle?” Le espetaba mientras le sorrajaba tremendos madrazos (chin ya estoy como el pinche profe de Mercantil) en toda su (wena) humanidad.

El albañil al ver la escena, muy discretamente eso sí, buscó su morralito y empezó a buscar la salida mas cercana sin causar molestias. Justo cuando estaba por alcanzar al puerta el hijodelachingadagolpeador le soltó un guamazo y le dijo que “espérame a que acabe con este vieja y tú sigues”, en eso la mujer corre hacia la recámara y se encierra, el jodedor se lanza sobre ella y el albañil aprovecha este momento y sale corriendo como Dios Padre no parando hasta llegar a la construcción. “Ni los pinches huevitos alcancé a chingar” decía.

Sentí en mi interior la misma comezón que tenía en sus wenos tiempos Salvador Mendoza y fui a buscar un sábado al pendejero en cuestión. Lo conocí y efectivamente caí en la cuenta de que no sé que tiene pero esa cara de pendejo ha de atraer a las mujeres. Me invitó de desayunar unos huevos a la mexicana en una lumbre hecha con pedazos de madera, cartones del cemento y con unicel de los prefabricados. No es menester decir que me supieron a gloria ya que con cada bocado de mis tacos le echaba una mordida a un chile verde (ni modo me ensarté pero no puedo decirlo de otra manera) y un buen buche a mi vaso relleno con Mega Big Cola de 3.3 litros. Un desayuno de albañiles que me supo mil veces mejor de los que me he disfrutado en el Sangron´s y mucho mas barato, si´ñor.

No pienso incluirlo en el reparto del corto, pero no estaría mal ver si su atracción pendejera atraviesa la delgada película de celuloide.

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