La Sociedad LoLísmica no descansa.

Los personajes que hacen lista para entrar hacen más méritos para poder ser admitidos como miembros honorarios.

Gustavo hizo suficientes. Americanista de corazón, siempre llegaba a la Universidad con vendoletes en la cabeza, raspones, siempre decía que eran producto del futbol, al saber su afición por las Águilas del América nunca lo dudamos.

Cierto día le invité una torta en un puesto callejero. La pidió sin aguacate. En un momento dado, empieza a dar de vueltas al mismo tiempo que emite un grito EEEEEEEEEEEEE. Se me abalanza y lo esquivo al mismo tiempo que su cabeza retumba por el golpe con el metal del puesto de tortas.

Empieza a convulsionarse en plena calle y solo atino a acomodarlo en el suelo para que no se lastime. Después de dos horas, se levanta y me pregunta qué ha pasado: Te caíste wey.

Después de esa caída, entendí el porqué siempre llegaba raspado o con golpes en la frente.

Esta semana lo he saludado por teléfono por las fiestas. Me dice que ya no le dan ataques. Nos juntamos para tomar dos cervezas y platicar de la Universidad. En el camino hacia su casa le da un ataque en el micro. Le hablé por teléfono para ver qué onda con la moto que me quiere vender y me entero de la noticia. Su mamá me comenta que el doctor le prohibió el alcohol.

“Que malo señora, de seguro se fue con uno de esos amigos borrachos y sonsacadores que nunca faltan”

Sería bueno contar también de la amiga que me pidió las llaves de mi casa para cambiarse de ropa ya que en la posada alguien tuvo el chiste de vaciarle un refresco encima. Fue y regresó cambiada. Al momento de llegar a mi casa noto las ropa de mi cama revuelta. La muy zorra se fue a cambiar de ropa y de paso se tiró a un fulano en mi cama.

No le cobré lo de la lavada nada más porque ella me hizo el paro un día que andaba urgido.

Pero de que ella y Gustavo pertenecen a la Comunidad LoLísmica no hay duda.