°°°° La guarida del Tío Lolo °°°°

Wednesday, August 30, 2006

La Corneta

No todos los días me levanto con el ánimo de ver pelos. Ese día sí. Y vaya que si los vi.

Estábamos en la oficina aburriéndonos de no tener mucho trabajo y si mucha weba, en esas épocas era un fan asiduo de “La Pantera” esa vieja estación de radio que volvió por sus fueros poniendo verdadero rock en el DF por la banda del AM, cuando de repente tengo la comezón de irme a mi casa a echarme en la cama y dejar que la noche me perdiera. De esos días que parece que se terminan y como si no hubieran existido, odio esos días porque me parecen desperdiciados.

Ese día enla madrugada había dormido un poco mal, al parecer no había tenido suficientes emociones y me estaba aletargando en el hastío. Hasta dormido no me quiero aburrir.

Dormí un poco esa tarde y cuando despierto, esperando que fuera de madrugada caigo en la cuenta de que apenas eran las 9 pm, como último recurso para no morir esa noche de aburrimiento le marco a un amigo para ver si armábamos algo esa noche. Cuando llega a mi casa me dice que hay de dos sopas para un viernes sin plan: ir a un bar y buscar a quién joder o ir a ver pelos.

Optamos por las dos cosas, chupe y peluches.

Caímos en un bar cubano que estaba cerca de Bucareli donde toca una orquesta y siempre se arma el jaleo (con perreo incluido), muchas jóvenes y otras no tanto se juntan en ese lugar para buscar un poco de diversión y muchas veces la encuentran.

En ésas épocas yo andaba por los 25 años y mi acompañante por los 28, sacamos a bailar a dos cotorras ya pasaditas de los 30´s que iban a buscar desmadre. Bailamos y bebimos un poco hasta que se nos calentó la hormona y quisimos salir de ahí a eso de la 1 am, ellas nos iban a acompañar solamente con la condición de que les pagáramos el taxi hasta Cuautitlán¡¡¡ (como a una hora de ahí) que no nos preocupáramos por el taxi, puesto que conocían a alguien “de confianza” y nos iba a cobrar barato: 450 pesos.

Al ver todo el pequeño teatro que estaban armando mis acompañantes e intuyendo que no eran mas que mujeres que buscan a-completar su gasto engatuzando a borrachos en los antros hicimos la graciosa retirada con el clásico (y muy gastado pero efectivo) pretexto de ir a sacar dinero del cajero.

Nos perdimos en Paseo de la Reforma, bailados, tomados y calientes. Tuvimos nuevamente dos opciones: ir a la Zona Rosa o ir a Garibaldi. Optamos por el último.

Garibaldi (pa los que no sepan, los que sí sepan brinquen al párrafo siguiente) es una pequeña plaza ubicada sobre Eje Central (por Bellas Artes, frente al Teatro Blanquita) donde se reúnen un chingo de mariachis a cualquier hora con tal de desgañitarse con canciones del maese José Alfredo Jiménez, Javier Solís y demás hombres (dije hombres no jotitos que juegan a cantar ranchero como Luis Miguel o Alejandro Fernández), misma que está llena de lupanares, congales, cantinas, drogadictos, niños de la calle, limosneros, güi-güis y rateros (mas toda la fauna urbana que me faltó mencionar).

El ambiente tan festivo que se respira en ese lugar y la falsedad de todos coreando canciones de Luis Miguel nos hicieron buscar un poco de emociones fuertes y decidimos entrar a la otra zona de Garibaldi: la de los puteros y los mira-pelos.

Ahí entramos a La Corneta.

La Corneta es un lugar muy frecuentado por militares (se distinguen por su característico corte Casquete Corto y andar siempre en bola) donde se puede bailar con una fichera, disfrutar privados con las bailarinas, tomar bebidas de dudosa calidad o simplemente estar viendo la pista y deslumbrarse con el juego de luces rojas (tan chafas que hasta uno sale lampareado).

Teníamos ciertas referencias del lugar pero nunca nos imaginamos lo que sucedía dentro. A cierta hora (supongo que eran las 4 am) pasó un tipo y nos ofreció boletos. Boletos para qué? le dijimos, nos observa con cara de Qué pendejos¡¡¡ y se aleja. Por supuesto que nos valió madres y no compramos nada. Por plática de las mesas cercanas supimos que cada boleto costaba 100 pesos.

Pasada como media hora descubrimos para qué servían los boletos.

Salieron 4 cabrones prietos y panzones vestidos con taparrabos simulando ser esclavos (supuestamente deberían estar musculosos) cargando sobre sus hombros a una mujer que estaba vestida con coqueta tanga únicamente. Todos los que compraron boleto levantaron la mano para que se las acercaran a su mesa, pero el tipo que los vendía les señalaba a quién debían acercarse primero.

La mesa elegida era una mesa llena de sardos que tenían en sus manos un chingo de boletos. Llegó un mesero y rápidamente limpia la mesa, ponen a la mujer encima de la mesa mientras baila una canción, se desnuda y cuando los tipos están al máximo se deja caer en la mesa.

La escena parecía arrancada de una película de caníbales. Todos se le fueron encima como perros hambrientos y la escena era dantesca. Hasta hoy la sigo recordando claramente. Unos se le prendieron a sus labios, otros a sus senos chupándolos como si no fueran a tener otros en su vida, otros la manoseaban, otro le mordía las piernas, otro le daba sexo oral, bueno, donde tenía un centímetro de piel disponible para ser besada o manoseada ahí iba a estar una mano o lengua de un sardo, cada agujero corporal fue profanado sin misericordia. Ay que descriptivo estoy hoy¡¡¡

Puntualmente cada canción pasaba un tipo a cobrar un boleto por persona, pero como compraron un chingo, pues tenían asegurada la diversión por un buen rato. En cada mesa que compraron boleto se repetía la misma escena con una mujer diferente, era un buen negocio, porque las bebidas que levantaban de la mesa se las llevaban y no las regresaban, por lo que al retirarse la dama, había que volver a ordenar.

Obviamente nos arrepentimos de no haber comprado un boleto.

A eso de las 5 am, se prenden las luces del escenario y un panzón vestido ridículamente como de cirquero nos da la bienvenida al lugar y presenta a dos fulanas. Foxy y Roxy eran las anfitrionas de la noche. Hasta para los nombres son chingones estos tipos sigo pensando hasta la fecha. Pregunta que quién cumple años y varios levantan la mano. Había que premiarlos. Sube a dos tipos y los obliga a que se desnuden ya que iban a tener sexo con Foxy y Roxy frente a todos.

No tengo el porqué volver a recordar la rechifla, gritos, burlas, risas del respetable hacia la grácil figura de los dos tipos mientras se quitaban la ropa porque me meo de la risa. Mi acompañante jura que en el alboroto se escuchó un par de balazos, pero yo no puedo confirmarlo.

Con todo ese ambiente enardecido compuesto por soldados borrachos, oficinistas desvelados, teporochines que se colaron (uno de ellos nos pidió regalada una chela) era predecible que no todo saliera perfecto. Uno de los voluntarios no pudo “levantar” bandera (por la pena o por el frío qué se yo) mientras el presentador moría de risa y encominó al público a que se burlara de él subiendo a otro voluntario, uno “que si cumpliera”.

Los dos voluntarios tuvieron sexo en público con las anfitrionas mientras todo el lugar echaba porras, unos se peleaban a gritos, otros subían al escenario a apoyar con sus dedos o simplemente observaba la escena.

Cuando eyaculaba el voluntario (uno muy rápido, es menester el decirlo) el presentador gritaba: Llegoooooooooooó el lechero.

Esa noche reí como pocas veces lo he hecho en mi vida.

Servidos.

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