Ayer fue el día de las encontraderas.

Llego a mi casa en la noche y apenas abriendo la puerta me doy cuenta de que no pasé a la tienda para comprar algo de cenar.

Dado que mi nueva casa está un poco alejada de la civilización, tengo que planear mis compras para que una vez ya instalado en mi cuchitril no tenga necesidad de volverme a mover de ahí.

El vivir lejos me encanta pero en las frías noches me da una gueva enorme volverme a vestir apropiadamente, encender el coche, esperar a que se abra el puto portón y salir, todo este ritual aunque sea para unos pinches doritos verdes dada la distancia de la tienda más cercana.

Llegando al WalMart encuentro una moneda de un peso tirada bajo mi camioneta, buen augurio. Luego en el área de herramientas me encuentro dos clavos para concreto de 1” que andaba necesitando. El pagar 15 pesos por la caja no me latía nadita. Cuenta. 1 peso y dos clavos.

Buscando unos chuches para el baño me encuentro tirada una pluma Bic. Al parecer no tenía dueño y gustosamente busca alojamiento en mi chamarra. Cuenta: 1 peso, dos clavos y una pluma.

Cuando estaba formado en la caja, ya listo para desembuchar la tarjeta esperando poder ir al Boletazo y poder ver de cerca las ricuras que salen cada sábado, me percato que no aparece mi kilo de jamón.

Parecía diputado investigador de los Bribiesca revisando mi carrito, la banda y mis bolsas buscando el pinche jamón de mis sincronizadas (porqué se llaman así? no lo sé), escucho una sonrisa ahogada atrás de mí y volteo. Es María Mercedes, mi compañera del curso que tomé en el Tec el año pasado.

Como iba en mi pendejera y húmeda fantasía con las que salen en Boletazo, no me percaté que atrás de mi se formó esta ricura que está casada con un pendejo profesor de Contabilidad de la BUAP y que le lleva, por lo menos, 25 años de edad. Ella tiene 28 años.

Siempre quedamos en que íbamos a ir a tomar un café, pero nunca quiso. El temor a que la reconozcan los alumnos o exalumnos de su marido es tan grande que casi no sale a lugares públicos. A mí eso me valió madre siempre pero nunca se dejó. Aprovechando la encontradera, le dije que si ahora sí podríamos platicar un rato. Me dijo que no, porque su marido la esperaba con la cena, además de que el Walmart es un lugar muy público para ella.

Total que la acompañé al estacionamiento y ella me pregunta del porqué vendí mi auto y compré una MiniVan, ah, pues para poder viajar mas a gusto. Está muy amplia por dentro?-preguntó. Claro, sube y verás. (ay que caballeroso estaba yo¡¡¡)

Ya adentro comenzamos a platicar, como que agarró confianza luego luego porque se le olvidó el que su marido la esperaba o simplemente se le olvidó el pretexto. Ya sin rodeos le solté directamente que me gustaba y que me latería tener algo con ella. No dijo nada, solamente se reía pícara y distraía su nerviosismo jugando con la bolsa y despedazando MI jamón. Todo se aguanta uno por un culo ñango.

Me dijo que su marido tendría un congreso en Argentina en Marzo y que iba a tener dos semanas de absoluta libertad. Un viaje a Acapulco no está tan mal y máxime si aprovecho las noches gratis que me he ganado por mi tarjeta de crédito. La idea le encantó.

Con la confianza ya rugiendo por los poros, me acerqué a besarla. Ella solamente cerró los ojos y me regaló un dulce beso de 5 minutos. Mis manos se metieron bajo su blusa y encontraron el tesoro de Moctezuma: un par de ricos pezones erguidos, calientes y dispuestos a ser besados.

Cuenta del día: 1 peso, dos clavos, una pluma, unos pezones con sabor a gloria (y un ligero aroma a rancia academia) .

Ya instalado en mi casa, después de haber cenado y ya enfundado en mi pijamita, pienso que efectivamente, fue el día de las encontraderas.